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José Ángel Nieto García

arquitecto

www.joseangelnieto.com
ja@joseangelnieto.com

Creative Commons, licença CC BY-4.0: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/

Resumen 

Alejandro de la Sota dejó una serie de doce bocetos a mano alzada que representan cómo hubiera sido la vida en sus no construidas “casas junto al mar” en Alcudia, Mallorca, de 1984. Este escrito pretende mostrar, desde el análisis de uno de estos dibujos en concreto, que lo que Sota dibuja no es tanto la casa como las vacaciones mismas. Puesto que los dibujos pretenden dar una imagen del producto terminado, hay que deducir que esto precisamente, darle forma física a un modo de entender las vacaciones, es el cometido real del proyecto. Para ello es necesario pasar por la ideación y construcción de unas casas pero estas no son inicio ni fin del proceso ni adquieren protagonismo. Esto implica un enriquecimiento de la obra, que pasa a incluir dentro de sí cuestiones que de otro modo podrían haber quedado fuera, o al menos relegadas al terreno de lo meramente anecdótico.
Además, podemos concluir que, puesto que las vacaciones son antes que nada un paréntesis de tiempo, un período, un recorte realizado en el año de trabajo, lo que estas casas se proponen en el fondo es la configuración de ese tiempo específico.

Palabras clave:Sota, Alcudia, vacaciones, dibujo, tiempo, tiempo libre, turismo, ocio.

 

 

Las vacaciones: lo representado y lo perseguido.

“Soy, como me he declarado tantas veces, enemigo, muy enemigo de la arquitectura. Creo que la arquitectura se ha negado a sí misma haciéndose” [1]

De su proyecto para viviendas de vacaciones en Alcudia, Mallorca, Alejandro de la Sota dejó, además de la documentación técnica, algunas fotos de maqueta y también una serie de bocetos a mano alzada. Diez de ellos, dibujados a lápiz en papel tamaño cuartilla, nos muestran visiones de las viviendas como si ya estuviesen construidas y en uso.

 

 

Esta serie de dibujos es, en cierto modo, una excepción en su producción. Ningún otro proyecto suyo tiene la profusión descriptiva que estos dibujos proporcionan. De hecho el mismo Sota dejó bien claro en varias ocasiones el poco interés que le suscitaba este tipo de documentación.

“La arquitectura se piensa pero no se dibuja. Los dibujos son solo para los mirones. Otra cosa son los dibujos para construir.” [2]

Si hubiese que definir al mirón podríamos decir que es aquel que mira demasiado algo que no le incumbe, un mero espectador que no aporta nada. Un curioso. Alguien difícilmente bienvenido.

Al parecer estos bocetos fueron realizados en una fase muy avanzada del proyecto, previa a la construcción de cuatro prototipos de las viviendas como ejemplo y muestra. En ese momento el cliente, un inversor estadounidense, le pidió algunos dibujos que explicaran qué aspecto tendría el producto terminado, las casas en uso.

Sota accedió por esta vez y realizó esta serie de bocetos a lápiz y a mano alzada. Meses después, tras la construcción mediocre de un prototipo que no reflejaba en absoluto lo que las casas querían ser, la inversión fue desestimada y el proyecto abandonado.

 

 

Por lo tanto estos dibujos son, en cierta medida, la construcción del proyecto. Cuando una obra de arquitectura no se ha construido entonces su construcción es el dibujo. Construcción liviana, pero construcción. No nos queda más remedio que adoptar, con permiso de don Alejandro, el papel de mirones. Mirando los dibujos podemos atisbar cómo hubiera sido la vida en esas casas de Alcudia. Imaginar vivirlas, adoptar una actitud activa, proyectar una mirada, una lectura. Extraer qué hay de esencial en esos dibujos, aprender, y dejar así de ser meros mirones.

En estos dibujos Sota nos habla de dos mundos, uno sobre otro, separados por un plano horizontal: el mundo de la playa, de las gafas oscuras y del sol tórrido que las provoca, de la sombrilla escueta, del horizonte estático del mar, del barco en la lejanía. Un tiempo inmóvil, dichoso, pleno y acabado. El barco en el horizonte, como un cirio recién apagado nos insinúa ese tiempo completo. Y bajo él, semienterrado, el mundo de la hierba y de las plantas, de toldos y buganvillas balanceándose manchados de luz mediterránea. Un mundo de refrescos y del fresco en las piernas sumergidas en el agua, al borde de la piscina, de sombras, de coches deportivos, de hamacas.

¿Y lo otro, lo construido, la casa? ¿Que se ha hecho para que todo eso sea posible? ¿No era un proyecto de “casas junto al mar”? Lo otro es, usando una expresión del propio Sota, “color ala de mosca” [3]. Está ahí, sí, aparece representado pero en estos dibujos realizados casi exclusivamente a línea fina sobre fondo blanco, lo edificado, el escenario, el soporte para que las escenas representadas ocurran pasa a un segundo plano. La mayor densidad de líneas se la llevan cuestiones en principio no estrictamente arquitectónicas: divertidas escenas de asueto.

Hay uno de los dibujos en el que Sota lleva esta cuestión al extremo. En él se prescinde prácticamente también de la línea. Está realizado calcando sobre otro (una escena del jardín de una de las casas) sobre un pedazo de papel semitransparente un poco más pequeño. Para él se han utilizado rotuladores y lápiz de varios colores. El dibujo se ha ejecutado apoyándose en las líneas de otro croquis. Sota realza una serie de manchas de color que llenan el papel e invaden nuestra retina de un modo exuberante, casi puntillista, y cuya observación nos proporciona datos interesantes. El cielo entre las hojas de los árboles y el agua de la piscina tienen el mismo azul oscuro y fuerte que nos remite al mar, invisible desde este nivel, pero presente a través de estos dos elementos y de este color, y del personaje que, recostado en una hamaca, mira en la dirección del agua. La hierba es verde, con un trazo vibrante, móvil, casi zumbante, y alguna flor granate aparece salpicando el suelo y los emparrados. La sombra del porche y los toldos ondulados henchidos de luz, son de un amarillo intenso. Elegir este color para representar elementos en principio contrarios,  sombra y luz, es un modo hermoso de narrar la cualidad lumínica que habría en estos recintos: una continuidad con matices que nos hace dudar si bajo un toldo claro se está a la luz o a la sombra. Podemos decir que no se pisa raya al ir de dentro a fuera; la sombra del porche no es más que una gradación de la sombra del toldo. Todo cambio en la parte baja de la casa quiere ser sólo un cambio de matiz.

 

 

 

La edificación no aparece en el dibujo sino como el negativo de todo lo demás. La hierba, las flores, el cielo, las hojas de los árboles, una mesa con sillas, la sombra, el agua, los toldos parecen ser el objeto de la representación. Si queremos saber cómo son las casas, lo sólido, lo construido, lo sometido a la disciplina arquitectónica, a partir de este dibujo la información es mínima: se trazan únicamente tenues líneas de lápiz que insinúan muy sucintamente unas persianas correderas. Lo demás queda descrito por regiones de papel en blanco. Se usa el mismo recurso que para dibujar el aire. La casa que cualquiera pretendería ver, al menos de forma parcial, en el dibujo simplemente no está, es invisible.

Lo que en los planos técnicos aparece como una concreción pasmosa por lo simple, exacta y estudiadísima, aquí está ausente. Sota no ha dibujado en este boceto una casa de vacaciones. Lo que ha dibujado ha sido precisamente las vacaciones.

“La arquitectura se piensa, pero no se dibuja” dice Sota. En este dibujo, aún más que en el resto de la serie, esta afirmación cobra un sentido literal. Sencillamente, no la ha dibujado. Ha dejado que se intuya. Se lee en una segunda mirada, más atenta, al dibujo.

Este dibujo pretende, como hemos dicho, dar una imagen del producto terminado. Eso se le pedía a Sota. Sin embargo él no dibuja la casa. Lo que el proyecto de Alcudia ofrece no es un objeto al que nombrar con la palabra “casa”. Lo que él nos ofrece es un ambiente de vacaciones: nos ofrece las vacaciones. Ese es el fin, el propósito, para el cual la arquitectura, con toda su carga disciplinar “aprendida”, en palabras de Sota, no deja de ser un medio.

“Creo que el no hacer arquitectura es un camino para hacerla y todos cuantos no la hagamos, habremos hecho más por ella que los que, aprendida, la siguen haciendo. Entonces se resolvió un problema y sigue funcionando y me parece que nadie echa en falta la arquitectura que no tiene.” [4]

Este comentario críptico que escribió Sota en 1985 sobre el Gimnasio Maravillas, terminado en el año 62, parece hecho a medida para las casas de Alcudia, de 1984.

Visto nuestro dibujo de las casas a través del comentario anterior apreciamos una correspondencia sorprendente. Encontramos una poderosa relación entre la “arquitectura que no tiene” y la casa que no aparece. Existe un no común. Una suerte de negación

En ambos fragmentos Sota propone una negación de la arquitectura, considera necesario apartar a un lado todo protagonismo formal. En definitiva sujetar todo lo que en el proceso de concepción de la obra pugna por tomar un atajo formal, por llegar pronto, antes de tiempo a una forma con la que operar, una concreción vistosa, incluso interesante, al margen del problema. La forma, resultado sin duda del trabajo del arquitecto, no debe aparecer forzada. Ha de brotar libremente, autónomamente, al resolver la maraña de asuntos que componen una obra y se le debe permitir ser como su naturaleza le dicta, lo menos conducido posible. El resultado natural, la solución sencilla. La arquitectura, la forma, surge con la respuesta adecuada, cabal, radical, eficiente a un problema correctamente planteado. Todo lo demás es impostura.

Podría objetarse que, visto así, las viviendas de Sota no proponen nada nuevo. Las vacaciones que ofrecen no dejan de ser las vacaciones típicas que la sociedad de consumo demanda. Es cierto. Pero esto en sí es una declaración de principios. Del mismo modo que para construirlas se eligieron sistemas constructivos de catálogo, (una patente estadounidense de paneles de chapa con aislamiento embutido), para ser construidas por un constructor estándar, las vacaciones propiciadas son las vacaciones estándar. Para Sota no sería cometido de la arquitectura inventar otras vacaciones. Si lo hiciera, caería de nuevo en lo inadecuado presa de su voluntad de protagonismo. El cometido del proyecto en este caso era proponer un ambiente extraordinario para unas vacaciones corrientes. Comerciales, si se quiere. Estas casas no imponen un modo de vivir ajeno al de los propietarios. O si lo hacen el usuario no es consciente. No someten al que allí vive a una idea. Plantean un maravilloso acompañamiento para la vida corriente de las personas.

La arquitectura entonces se retira discretamente, callada, dejando paso a lo buscado. Podríamos decir que el problema a resolver aquí era propiciar un ambiente de vacación. En eso consiste en este caso la arquitectura. Si por el camino, la arquitectura hiciese recaer la atención sobre ella, si alterase ese delicado ambiente con alusiones a sí misma, si se volviese autorreferencial, el proyecto habría sido fallido. Vistoso, quizás. Interesante, novedoso. Pero fallido.

La renuncia de la arquitectura al protagonismo formal, no la limita. Se expande. Las escenas del puro habitar en el caso de que la forma hubiera mantenido su afán de protagonismo podrían ser consideradas como asuntos colaterales a los estrictos márgenes de la disciplina, a sus referencias, a su lenguaje, a sus sueños. O un mal inevitable que viene a interferir con la obra. O simples anécdotas. En este proyecto de Sota toda la carga disciplinar, cultural, de la arquitectura no desaparece pero tampoco aparece. Está ahí, discreta, para quien quiera verla. Pero la vida se despliega e invade la obra y es difícil imaginar un modo mejor y más cabal, un escenario más apropiado para que las vacaciones se den de la mejor manera que el que Sota propuso.

De modo que una vez más, como en tantas cosas en la vida, a la renuncia sigue un inesperado enriquecimiento. “La arquitectura se ha negado haciéndose”, decía Sota. La arquitectura se hace negándose, cabe deducir. Un camino de enriquecimiento mutuo. La vida se enriquece con las posibilidades que le brinda la arquitectura. La arquitectura se enriquece absorbiendo la vida, haciéndola formar parte de ella. Un hermoso intercambio.

 

Las vacaciones: un recorte de tiempo configurado.

El tiempo de vacación en la versión que nos ofrecen estos dibujos de las casas de Alcudia es un tiempo lento y ligero, casi banal, un tiempo en el que oír crecer la hierba, un tiempo de luz atrapada, poco variable, retenida entre toldos y follajes. Un tiempo de observación distraída, refresco en mano, de multitud de sucesos menores, del vuelo de los insectos, del chapoteo del agua, de ronquidos, ronroneos, parloteos intrascendentes, de lecturas pendientes, de música o de contemplación inmóvil, en el mirador superior, del estático horizonte marino. Del mismo modo que Sota huye de las grandes palabras que llenan la arquitectura, estas casas parecen querer dar forma a un tiempo inmediato, simple e innegable.

El tiempo de vacación además, en la mentalidad contemporánea, es un tiempo perfectamente acotado. Pretende ser un recorte de asueto en la trepidación ajetreada de los meses de trabajo. Una escisión, un saludable desmembramiento, una isla de quietud. Las casas de Alcudia realizan este recorte con sus muros de piedra y vegetación. Lejos quedó el frenetismo. Hecho el recorte, dentro del recinto el tiempo es justamente el que la casa propicia.

Puesto que la vacación es sobre todo un período, un paréntesis de tiempo, una isla de tiempo calmo en el mar del ajetreo, estas casas, de una forma inesperada y directa, y por encima de cualquier otra cosa, pretenden propiciar y construir un tiempo, describirlo y darle forma. Crearlo en definitiva. Ese es en realidad su programa. Ese era el problema a resolver: dar forma a un tiempo.

Como sabemos, la negación que Sota plantea no tiene nada que ver con el descuido o la mediocridad. Todo esto es posible gracias a un sistema geométrico implacable y limpísimo; un algoritmo. Sabemos que existe una concreción técnica apabullante, unas decisiones certeras, unas medidas, la correcta elección de unos sistemas. El algoritmo en el que todo esto se sustenta es, como todo algoritmo, ajeno al tiempo, perteneciente al reino de lo números. Consiste, en extremo, en unas líneas de cota que dictan de qué modo este ambiente será construido. Y que, como todo algoritmo, pasará desapercibido.

Quizá es posible la descripción de este proyecto como una simple, exacta, eficaz red de líneas casi invisibles. Ya en el origen de dibujo observado hemos visto que está realizado sobre la red de líneas de un dibujo anterior. Líneas son los cables por donde corren los toldos, líneas son las juntas entre chapas, línea es el horizonte del mar. Líneas como concepto inmaterial y abstracto que convocan sobre sí el resto de cosas, una especie de astuta, eficaz e invisible tela de araña o red de pesca en la que viene a quedar prendido todo lo demás: la construcción, el paisaje y la vida humana. El tiempo. Una precisa y exactísima red de pescar el tiempo y la vida. Eso son las casas de Sota.

Precisamente en esto la arquitectura, con un carácter casi servil, asume el papel de la mejor técnica; aquella que posibilita las cosas sin ser percibida, sin quitarles nada, sin interponerse. La mejor técnica y la mejor arquitectura serían aquellas que consiguen no estar.

 

 

[1]  Trascripción de un fragmento de la conferencia impartida por Alejandro de la Sota en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona el 24 de febrero de 1988. http://hdl.handle.net/2099.2/470 , minuto 3.

[2]  BAYÓN, Mariano -Conversaciones con A. de la Sota desde su propio arresto domiciliario. Barcelona: Arquitecturas Bis, mayo de 1974.

[3]  “La catedral de León tiene fama por sus vidrieras, pero sus vidrieras, cuando habla la gente de sus vidrieras, es desde dentro, naturalmente, los días de sol, los días grises. Pero desde fuera una vidriera a mí me entusiasma tanto como dentro porque tienen ese color ala de mosca que… un color indefinido, que es una preciosidad. Precioso.”

Trascripción de un fragmento de la conferencia impartida por Alejandro de la Sota en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona el 24 de febrero de 1988. http://hdl.handle.net/2099.2/470  minuto 48.

[4]  Carta Maravillas. Texto manuscrito sin título fechado en 1985. Publicado en:

DE LA SOTA, Alejandro -Alejandro de la Sota. Madrid: ediciones Pronaos, 1997, ISBN 9788485941056, p. 74.

 

Referencias Bibliográficas

BAYÓN, Mariano -Conversaciones con A. de la Sota desde su propio arresto domiciliario. Arquitecturas Bis. ISSN 0213-1692, nº 1 (1974) Barcelona: Arquitecturas Bis, mayo de 1974. ISSN 0213-1692.

DE LA SOTA, Alejandro -Alejandro de la Sota. Madrid: ediciones Pronaos, 1997, ISBN 9788485941056.

ÁBALOS, Iñaki, LLINÁS, Josep, PUENTE, Moisés,-Alejandro de la Sota. Barcelona: Edición Fundación Caja de Arquitectos, 2009, ISBN 9788493669393

GALLEGO, Manuel, -Viviendas en Alcudia, Mallorca, 1984, Alejandro De La Sota, Madrid, Ediciones Rueda, 2004, ISBN 8472071650.

PUENTE, Moisés –Alejandro de la Sota. Escritos, conversaciones, conferencias. Barcelona, Gustavo Gili, 2012, ISBN: 9788425225826

 

Créditos de imágenes

Todas las imágenes pertenecen al archivo de la Fundación Alejandro de la Sota.

 

 

José Ángel Nieto García . arquitecto

www.joseangelnieto.com      ja@joseangelnieto.com

 

Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en 2001.

Máster en Proyectos Arquitectónicos Avanzados Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.

Doctorando en la Universidad Politécnica de Madrid dentro del programa Proyectos Arquitectónicos Avanzados.

Actualmente realiza su tesis doctoral en la Escuela de Arquitectura de Madrid sobre las técnicas de configuración del tiempo en las obras de arquitectura.

Es profesor asistente en esa misma escuela, en la unidad de Ignacio Vicens, como parte del Programa de Doctorado en Proyectos Arquitectónicos Avanzados.

Ha colaborado durante más de cinco años en el estudio de Ignacio Vicens y José Antonio Ramos en Madrid, ha realizado obra privada y ha ganado y ejecutado varios concursos de obra pública.