Entrevista
Telmo Cruz
tcruz@autonoma.pt
Arquiteto e Docente no Departamento de Arquitetura da Universidade Autónoma de Lisboa (Da/UAL), Portugal. CEACT/UAL – Centro de Estudos de Arquitetura, Cidade e Território da Universidade Autónoma de Lisboa.
João Quintela
jquintela@autonoma.pt
Arquiteto e Docente no Departamento de Arquitetura da Universidade Autónoma de Lisboa (Da/UAL), Portugal. CEACT/UAL – Centro de Estudos de Arquitetura, Cidade e Território da Universidade Autónoma de Lisboa.
Para citação: CRUZ, Telmo; QUINTELA, João – Entrevista al arquitecto Solano Benítez. Estudo Prévio 25. Lisboa: CEACT/UAL – Centro de Estudos de Arquitetura, Cidade e Território da Universidade Autónoma de Lisboa, dezembro 2024, p. 3-18. ISSN: 2182-4339 [Disponível em: www.estudoprevio.net]. DOI: https://doi.org/10.26619/2182-4339/25.1
Es un enorme placer recibir a Solano Benítez en nuestra universidad por ocasión del Estudio Vertical que se está desarrollando esta semana con los alumnos. Nos gustaría empezar por confesarte que no sabemos nada de Paraguay. No hay ningún eco de Paraguay en Portugal. Queríamos empezar por aquí, pedirte que nos dieras un contexto para saber cómo es tu país.
Es muy interesante entender cómo fue el proceso de la primera vuelta humana que arranca en África, va para el oriente, el Medio Oriente y hacia India. En la India, se produce el crisol de todas las razas, con gente azul, negra, a rayas, a motas, blanca, de todos los colores y de todas las formas. Eso después, va avanzando sobre China, cruza Bering, y, después de recuperar y de tomar toda África, toda Europa y toda Asia, ingresan por América del Norte donde lógicamente hay dos vías, las dos costas. En algún momento, sobre el Amazonas, deciden entrar. Y allí está Paraguay, el lugar más joven del mundo. Somos los más jóvenes del mundo, es el último lugar donde la experiencia de la humanidad en expansión, en esa primera vuelta, llega hasta ese punto.
©Gonçalo Henriques + Estudo Prévio
©Estudo Prévio
Esto es muy interesante porque estuvimos mirando los vuelos que hay desde Asunción y son todos para lugares cercanos, con excepción de uno que va hasta Madrid. Es casi la condición simétrica que acabas de contarnos.
Nosotros somos los más jóvenes de todo el planeta. Eso ya es una novedad increíble. Luego, cuando se produce una expansión para norte, para para toda América, ese sector siempre se queda un poco aislado, por la cordillera. Entonces, inician los guaraníes, después se transforman en tupí guaraníes, llegan más adelante y se convierten en los caraíbes. Caraí es hombre, caraíbe es el más hombre. Por ejemplo, itamaratí significa itámorotí: itá es piedra, morotí es blanca. Así es con cada una de las palabras de todo lo que ocurre en el centro de Sudamérica, que viene precisamente marcado por esta llegada final. En Perú hay gente que iguala en tiempo a las pirámides; es decir, que cuando se estaban haciendo esas pirámides, también se estaban haciendo estas ciudades. Pero el dato final es que, una vez establecido sobre todos los bordes, ahí recién comienza. Primero se conoce el perímetro y luego el área como manera de ser. Luego vienen los portugueses, vienen los españoles y empieza la pelea. Los portugueses empiezan a empujar la frontera y a desviar el curso hasta entrar en conflicto en la región interior, que es donde la corona de Portugal y la corona de España empiezan a enfrentarse. Entonces, se establece una zona para apaciguar eso, ahí se generan las reducciones guaraníticas. Ahí aparece el territorio jesuítico, porque no era portugués ni era español, y defendían una suerte de neutralidad al medio. De todo ese proceso surge Paraguay. Si el GPS de los portugueses funcionara, Brasil sería más pequeño. Pero el GPS empieza a pelear, y la corona llega hasta el Río de la Plata y hasta las estribaciones de Paraguay. Entonces, mientras que Inglaterra va y entra a India, y trata de llegar a Tokio, al resto de Asia y a la Malasia, acá se produce una fuerte disputa entre las dos grandes potencias sobre este territorio. Acá están todos los mitos, y todas las leyendas. Es interesante pensar también que cuando esto era Pangea, nosotros éramos muy cercanos al río Orange, donde están todos los diamantes y el oro, en Sudáfrica. Cuando esto se separa, esa plataforma se vuelve playa, que es el Atlántico de la costa de Brasil. Del otro lado, choca con la plataforma y se vuelve cordillera, la cordillera del Pacífico. Entonces, también del lado de África, todo esto queda como un acantilado. Recién las playas también, porque todo empieza a ir hacia el norte. Eso explica que al final somos los mismos, que originalmente pudimos haber estado muy cerca. Pero ya la tierra había cambiado y se genera este territorio, que es un territorio señalado por esa novedad. Somos los nuevos y, por eso, nadie nos conoce. Esa es un poco la historia, hay trillas de la época. Por ejemplo, qué cosa interesante, la lluvia que caía, desaguaba en los ríos para el otro lado, entonces la dirección original del Amazonas era otra. Cuando choca, el Amazonas tiene que cambiar en la otra dirección, por eso hay mucha área que tiene restos salinos, porque eso estaba inundado y quedó, en el momento, con una condición totalmente diferente.
Y nos comentabas que Paraguay está muy cerca del nivel del mar…
Claro, nosotros estamos a 1200 km del mar, y la cota es 60 o 62. Es absolutamente plana, al ser absolutamente plana y baja, y al estar en el centro del continente, todo el calor es como una olla de presión que está activando sobre ese sitio.
©Gonçalo Henriques + Estudo Prévio
Y también es un sitio de aguas muy lentas…
De aguas muy lentas, de mucha filtración. Y también ahí está el acuífero Guaraní, que es el acuífero más grande de la reserva de agua dulce del mundo, es el más importante bajo suelo.
Paraguay está realmente en el centro de todo. Es nuevo y está en el centro.
Lo que pasa es que en realidad hay un proceso de globalización que es innegable, y todos los lugares del mundo tienen una condición similar, en términos de que albergan la extrema pobreza, y algunos sectores la extrema riqueza. Y ese desbalance que antes no existía, ahora es permanente, está presente y evidente en todas partes, es muy notable. Antes hablábamos de países del primer mundo, porque eran países desarrollados que no tenían pobreza, y hoy puedes hacer turismo de favela en París y en Londres. Antes, para ver pobreza, había que ir a Sudamérica, para visitar una villa en Argentina, una favela en Brasil, o lo que nosotros llamamos añareta. “Aña” es diablo, “reta” es tierra, la pequeña tierra del diablo, que son estos asentamientos donde la gente que no encuentra cómo ampararse, establece su sitio de abrigo. Generalmente esos son los lugares donde nadie, que tuviese una estabilidad, habitaría. Como, por ejemplo, la ribera de los ríos que suben y bajan, y la gente tiene que ir y volver. Pero no es diferente al señor Charles-Édouard Jeanneret, cuando se va de Suiza, porque le salieron mal los presupuestos, y va a París, donde no tiene cómo sobrevivir. Entonces, el único trabajo que consigue es administrar una olería al costado del Sena. El Sena subía, inundaba, él se quedaba sin trabajo, y luego volvía. Eso apenas ocurrió sobre, en teoría, nuestro máximo ídolo de la arquitectura. Ese era su oficio de sobreviviente ante la intemperie de las fuerzas de la naturaleza, tratar de arbitrar y de llegar a una estabilidad y a una solución diferente. Entonces, en Paraguay es interesante, porque algunos hacen la alabanza de que nosotros pensamos como pensamos porque tenemos escasez de recursos. Y en realidad no, a gente en Paraguay se pasea en Ferrari, se pasea en Bugatti, ante un condicionamiento muy particular con el resto de la sociedad, que es la construcción sólida de una indiferencia absoluta. Con indiferencia, uno puede pasear frente a la favela con un tenis que cuesta miles de dólares. En sociedades como las nuestras, que son las de todo el mundo, tenemos gente que vive bajo condiciones que son idénticas. Hay gente que dispone de más recursos, hay otros que disponen de menos recursos en términos relativos. Uno camina por las afueras de San Francisco, y, en la zona cercana a donde está el cuartel general de Google, uno va a encontrar indigentes. Gente que apenas sobrevive a la intemperie, que amanece muerto por frío, o muerto por exceso de calor, o porque solamente pudo comer comida ya vencida, intoxicada, porque no tiene manera de defenderse. Esa construcción de la indiferencia tan sólida fue una herramienta que desarrolló la sociedad para intentar sobrevivir en el sálvese quien pueda. Porque se abandonó la idea de que podíamos evolucionar. Es como en los años 50, cuando los dibujos animados mostraban por un lado los Picapiedra, que eran neolíticos y tenían teléfono de piedra, coche de piedra, lavarropa de piedra, etc.; y al mismo tiempo había los Jetson con su perro Astro. Comían píldoras, volaban, todo era evolucionado, etc. Eso fue en los 50, 60. Nosotros fuimos criados con esos dibujos, pero después, alrededor de los 80, ya vino Mad Max, y cuando viene Mad Max, sobrevive todo al mismo tiempo: los ricos, la opulencia, los que tienen conocimiento, los que tienen recursos, los que no tienen recursos. Esa confrontación entre uno y otro se va haciendo cada vez más palpable. Supongo que, si no somos capaces de arreglarnos, si abandonamos la tarea y aceptamos simplemente que haya indiferencia como única fuente de relacionamiento, nos acercamos más a una sociedad apocalíptica. Mi sobrino de seis años, por ejemplo, va a mi casa, y dice: “tío, esta casa es una casa postapocalíptica.” ¿Y por qué? Porque todo lo que hay ahí son recursos normales, pero están potenciados, él lo lee con claridad. O sea, esto no es normal, esto es lo común, lo normal, pero no es normal, está puesto de otra manera, en función de otro tipo de respuesta. Eso lo puede entender hasta un chiquito. Y ese chiquito, si percibe esa diferencia, le está mostrando también a todo el mundo que hay otros recursos, hay otra manera de hacer, que no es la indiferencia. Que no es que cada uno haga y celebre su cultura, sus herramientas, sino que podemos probar, en amparo de todos, otras formas de producir y otra forma de entendernos.
¿Cuándo lo reconociste tú? ¿Cuándo reconociste esta capacidad de que los recursos hablen precisamente de eso? Porque parece obvio y es un tema intraspasable. Cuando miras un ladrillo, ya estás hablando de todo eso.
Yo supongo que viene mucho de mi proceso de aprendizaje, porque si tengo que hablar de enseñanza, no podría decir nada. Yo vengo de una de las peores universidades y hasta hoy, en la misma facultad en la que yo enseño hoy, mis mismos y corruptos profesores siguen enseñando todavía. Yo ya no soy un joven, ya tengo 60 años, los otros tienen 80 y 90 años, y están todavía ahí, amarrados, a tratar de que el mundo sea de una u otra manera. Pero en el proceso de aprendizaje ocurrió lo siguiente: yo tenía 17 años, ya había ingresado a la facultad de arquitectura, pero también ya había hecho el servicio militar durante tres años; es decir, me enseñaban a matar, pero no me permitían tomar cerveza, por ejemplo.
©Gonçalo Henriques + Estudo Prévio
Aún era una dictadura, ¿verdad?
Claro, en plena dictadura, y en la dictadura yo no creo que haya nadie que sea realmente fanático del dictador, lo que hay es una sociedad que odia el cambio. La dictadura se sostiene no por amor a que un régimen tiránico sea la manera de resolver, sino porque sostiene el no cambio, para la estabilidad. En términos de que nada se mueva, nada. Entonces era común, por ejemplo, que cerca de la catedral, en Asunción, la gente que emigraba del campo y que se quedaba sin sus tierras, se tapaba tras una fachada de terciados. La gente vivía del otro lado de esa cortina de vergüenza, aunque existiese una diferencia, un cambio, había que hacer lo posible para que nada cambiara. Cuando yo ingresé a la facultad, ya con 17 años, al poco tiempo cumplí 18 años y tenía mi carnet de conductor, ahí fui contratado para un estudio de ingenieros y mi trabajo era manejar una camioneta, para no pagar flete. Yo tenía que llevar los materiales a la obra, para que la obra se pudiese hacer, pero yo no podía dedicarme a llevar los ladrillos hasta que estuviesen todos los ladrillos, después toda la arena, después todo el cemento, porque la obra paraba. Entonces yo tenía que saber cuántos metros cuadrados tenían que hacer por día, qué cantidad de cemento era necesaria, qué cantidad de arena, cuántos ladrillos iban a poner, y de acuerdo con eso, movilizar la camioneta para ir y venir. Además, había el tema del peso, si cargaba de más, rompía la camioneta y me despedían: o sea, el tema del peso era importante. En ese momento, yo entendí que tenía toda la formación para hacerlo, para sumar y restar, para saber cuántos ladrillos eran necesarios, para sacar el área, el largo por ancho, eso es matemática simple. Calcular que en tantas horas se hacen tantos metros, saber si lo hizo lento, si hizo rápido, etc., son cosas que la matemática simple te da, y que es lo que te enseñan en la escuela. Eso es suficiente para poder operar dentro de la obra. Entonces, observar la primera pared, fue una maravilla, yo lo estaba viendo y era un momento mágico, la segunda, qué pesado, la tercera, aburridísimo, la cuarta era, Dios mío… Era Sísifo, todos los días le empujaban la piedra. El tipo empezaba todos los días con su máximo esfuerzo, con todo su físico, y mientras tanto, le comían el hígado y le empujaban la piedra, y tenía otra vez que hacer lo mismo, todos los días. Yo estaba desesperado, porque no quería estar ahí al sol, a lado de ellos. Me preguntaba: ¿No podemos fabricar de otra manera? ¿No podemos hacer algo? ¿Por qué no razonamos un poco? ¿Por qué no cambiamos el horario? ¿Por qué no empezamos más tarde? ¿Más temprano? ¿Por qué no nos vamos más tarde?, etc.
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¿Aún estabas en la escuela?
No, yo estaba en primer curso de la facultad, y ya estaba vinculado a ese mundo. Luego lo que empecé a entender, tal vez porque yo militaba mucho en Paraguay, fue la gran oposición que existía a la dictadura. La oposición que sobrevivía venía de la mano de la iglesia. La iglesia era la que confrontaba el régimen, y la dictadura no se animaba a ir contra la iglesia. Si militabas dentro de un partido político, eras exiliado o desaparecido; pero si militabas dentro de la iglesia, podías aspirar a hacer cambios, y podías ser apresado, pero no desaparecido, te podían golpear, pero no torturar, hay una gran diferencia. La religión católica era oficial y tenía un sueldo del estado, el obispo tenía sueldo de general, el párroco tenía sueldo de coronel, el sacerdote tenía sueldo de sargento de tropa. A todos, aparte de la colecta, el estado les daba dinero. ¿Hasta qué punto podías reaccionar contra eso? en ese momento, en realidad, yo empiezo a ser consciente de la posibilidad de los cambios, pero los cambios aparecen cuando yo trato de construirme a mí. Al comienzo, yo hacía planos, dibujos y plantas, en las que había que usar rapidógrafo, los normógrafos, y todo ese tipo de cosas. Había que ser más o menos hábil en eso, llevaba demasiadas horas y me pagaban muy poco, pero lo que más pagaba eran las perspectivas. En ese momento se pagaba bien por la mano obra de la perspectiva. Entonces, comencé a hacer perspectivas, para tener que trabajar menos. Siempre buscando la manera de tener más tiempo para poder leer más y poder hacer otras cosas que me interesaban. Hasta el momento en que decido hacer mi estudio. Cuando decidí hacer mi estudio, yo ya estaba casado, ya había empezado a construir, había venido el golpe de estado, me había quedado sin trabajo. No es que yo cambié por gracia, me vi presionado de forma tal que o hacía los cambios, o tenía que entrenarme en la indiferencia. Ese es el momento donde decido: no, vamos a cambiar. Ahí es cuando yo aprendí a hacer primero sobre mis intuiciones y después mostrarle al resto de las personas. Siempre fue muy claro, o sea, siempre fue un problema de dinero. Si bien es cierto, mi familia es acomodada, pero en realidad mi padre muere cuando yo tengo 26 años, y lo primero que hago es renunciar a mi herencia, porque yo tenía hermanos que tenían 12 años, y yo ya era arquitecto. Con 23 años yo ya había terminado la facultad, ya tenía tres años de experiencia, me casé y falleció mi padre. Y no solamente eso, sino que mi primera mujer, que también era arquitecta, su familia pasó por procesos económicos difíciles. Entonces, de la noche a la mañana, había que empezar a vivir. Tenía, por supuesto, la opción de la tarjetita del arquitecto, del ministerio, lo que sea, tenía las puertas abiertas para hacer eso. Pero yo decidí que no, que tenía que pagar esas consecuencias. No es fácil, ¿verdad? Porque cuando uno confronta la estructura y muestra una posibilidad o un recurso, ese recurso siempre surge de una crítica. Crítica en el sentido de la valoración de lo que se hace, lo cual muestra un cambio, y el cambio es el enemigo. El cambio es lo que más incertidumbre te da. La arquitectura lleva mucho dinero. ¿Cómo se te ocurre comenzar a jugar en un territorio donde todo cuesta tanto dinero? Porque si quieres dedicarte a ser artista, vas a romper una tela, pero arquitecto… ¿y si falla? Entonces, ahí comienza otro proceso, un proceso totalmente ajeno y contra la escuela, es sobre todo el cambio que hace que uno pase de la enseñanza al aprendizaje, es absolutamente diferente. Cuando uno se aproxima, es pasivo, está esperando que le digan, uno elige si lo incorpora o no. Cuando uno está en el aprendizaje y está experimentando, todo le interesa, porque cualquier cosa le puede salvar de algún error que está por cometer o que van a ocurrir.
¿Y cómo aparecen esos primeros experimentos?
Porque tenía muy poco dinero y necesitaba vivir. O renunciaba a mis aspiraciones de vida y me convertía en lo que la sociedad esperaba que yo fuera como arquitecto, o comenzaba a cambiar y me limitaba a esos recursos. Fue entonces cuando hice mi primer escritorio. Los arquitectos venían a verlo y decían: ¿dónde está la bolsita, de los aviones, para vomitar? Porque eso no era una construcción, eso era como un gallinero.
¿Te refieres al estudio que nos enseñabas hace unos días con los pequeños contrafuertes, verdad?
Si, con los contrafuertes, con la ventana como viga, con los ladrillos usados sin sacar, con la técnica del rebozado como aislación, con el uso de la madera de encofrado como aislante y no como cielo raso. Como cielo raso a mí no me importaba, pero con el calor tenía que hacerlo para poder guardar ese calor y sacarlo fuera, entonces todo comenzó a ser pensado así. Lo que yo no dije todavía es que la casa de mi madre, que fue muchos años después, salió a 100 dólares el metro cuadrado, en ese momento el coste por metro cuadrado era de 500 dólares. Pero en mi escritorio yo tenía 5000 dólares y son 100 metros cuadrados; es decir, yo construí a 50 dólares el metro cuadrado.
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Eso fue con mucho trabajo físico de tu parte, ¿no?
En algunas cosas sí, en hacer las puertas, ese tipo de cosas, hay siempre una invención que resuelve el problema. Pero la manera de poder explicarle al mundo lo que estaba haciendo, siempre fue a través de la economía. La economía era la que podía mostrar la valía de estas cosas. Porque si costaba igual y era una cuestión de estilo, ¿qué sentido tiene? Hoy en día compras un vaquero que está todo roto porque es estilo pobre. Pero primero se hizo el vaquero y después se rompió todo para que sea estilo pobre. ¿Y cuánto cuesta? Igual que el vaquero completo. ¿Pero qué pasa si, al hacer el vaquero, se agujerea un poco y cuesta 100 veces menos que el otro? Ahí hay un componente ético que resuelve la diferencia.
Es interesante el hecho de que siempre hablas, en tus charlas, de una dimensión mínima, que se refiere a estos trabajos y a estas pequeñas invenciones, pero luego lo conectas con el mundo a través de la economía, y de los recursos.
Lo bueno es tratar de ser el arquitecto paraguayo más portugués que se pueda. Lo bueno es tratar de ser el arquitecto paraguayo más parisino que se pueda, y así sucesivamente; en el sentido de que yo no niego que vengo de Paraguay, pero si hay alguna cosa que caracteriza nuestro tiempo, es esta extraordinaria capacidad de conexión, que no existía antes. Ahora mis amigos me pueden saludar todo el tiempo. Cuando Lisboa fue la capital de la cultura iberoamericana, en un evento de arquitectos menores de 30 años, conocí a Ángelo, a Álvaro, a Vinicius, a Inés, a Manuel Aires, a Francisco Aires. Todos éramos de esa edad, menores de 30 años, y veníamos acá a tratar de mostrar nuestras pequeñas cosas. Después de todo, nosotros teníamos dos opciones para comunicarnos: o hablábamos muy rápido, porque costaba una fortuna y esa cuenta iba a llegar a fin de mes, o teníamos que hacer una carta y mandarla, que tardaba un mes en llegar. Pero hoy, me saluda la gente que mientras tanto conocí en la India, eso es cotidiano en mi vida, ya es parte de las relaciones que yo tengo. Ese universo expandido es impresionante, es un signo fuertísimo de este tiempo. Eso es muy interesante, porque también te obliga a ponerlo en perspectiva. Esto era Pangea, era solo un pedazo de tierra que, al partirse, se ubicó en el globo a distintas latitudes y por eso sufrió algún tipo de transformación. Pero somos la misma persona que dio la vuelta y llegó acá, somos toda una familia habitando el mismo planeta, y con una capacidad de conexión increíble. Ojalá nos pongamos de acuerdo para resolver las cosas, no por la vía de la indiferencia, sino para concretar y modificar las cosas. El conocer, que es el atributo de la erudición, es darnos cuenta de las diferencias. Comprender es construir las semejanzas, es darte cuenta de que aquí, en el Oriente fértil, agarrar un pedazo de tierra y hacer un ladrillo es algo que acompañó la expansión del ser humano. No hay nada más global como material que ese mismo, que tiene forma de la mano, y que se fabrica con la forma y el peso que la mano tiene. Esa herramienta fue global porque se intentaba, con ciertas características, hacer una casa. Por ejemplo, en las haciendas de café, en las afueras de São Paulo, podríamos imaginar el piano nobile, con una doble pared de ladrillo, separada una con la otra, y abajo, en el sótano, estaban los esclavos, parados, para que su calor subiera y mantuviese caliente las salas. O sea, somos capaces de cualquier tipo de razonamiento, aún los más atroces. Porque todavía nos podemos imaginar que Hitler hacía cosas como liquidar la vida en una ducha. Pero ¿mantenerte de pie como esclavo durante lo que dure tu vida para calefaccionar y producir el confort de otros? Nosotros, los seres humanos, hemos hecho ese tipo de cosas. Hicimos, con el mismo ladrillo con que se hace amorosamente una construcción para protegerle a nuestra madre, una forma para imponernos y construir la peor versión de todos nosotros. Esa versión que se basa en el entendimiento de que, en realidad, no somos una persona que se adaptó a distintas circunstancias, sino que podemos ser la misma persona que debe imponerse bajo todas las circunstancias de la misma manera. Tal y como fue la ambición de todos los productos al inicio de la era industrial. Hoy es difícil entender que un Volkswagen funcione de igual modo en Alaska o en Sahara, pero esa era la ambición.
Ya que estamos en medio de este estudio vertical, les hemos preguntado a los alumnos que cuestionamiento les gustaría hacerte. Les está inquietando mucho esta idea de estar experimentando hacer cosas en ladrillo, ahora, en este siglo, en Lisboa. ¿De qué manera pueden entender que esta es una posibilidad virtuosa?
Justo estábamos hablando de un Volkswagen, que funcionaba en el desierto y también en Alaska, como ambición. Yo sí creo que nosotros vamos a seguir haciendo siempre lo mismo, lo que nosotros hacemos es construir para proteger. Eso es igual, eso no cambia en nada. Originalmente lo que nosotros hacemos es construir para proteger. Luego tenemos, para hacerlo, la disponibilidad de todos los recursos que están a nuestro alrededor. Esos recursos vienen de muchas de las acciones y de las transformaciones que nosotros hacemos: la industria, la tradición, la historia; es decir, originalmente se hizo una casa, de tierra o de tronco, luego de tabla, luego de papel, luego de lo que sea. Porque cada vez somos mucho más y los recursos empiezan a ser escasos. Pero si lo mejor que nosotros hicimos como seres humanos, dejó a más del 60% de la población del mundo en la línea de la pobreza, entonces, si seguimos haciendo lo que hacemos, de la manera que lo hacemos, solo vamos a producir la continuidad de eso mismo. Va a aumentar la brecha entre los que cada vez tienen menos, y los pocos que cada vez tienen más, tenemos el imperativo de ensayar otras cosas. La observación libre de los recursos que tenemos, no por tradición, no por comercio, sino por la simple observación y la utilización de la inteligencia para poder asumir responsabilidades en las decisiones, es lo único que tenemos. Yo creo que la manera de producir la materia, o de estabilizar la materia, va a cambiar radicalmente en los próximos años. De hecho, antes no había una madera multilámina, y menos de tan poco espesor, hasta que desarrollamos el sacapuntas, que hizo que el tronco sea así. Esto es un despliegue tecnológico impresionante y lo conseguimos, estamos evolucionando muchísimo. Pero si al hacer esto nosotros desatendemos al resto de la gente, tenemos la obligación de volver a empezar con la ambición, ahora, de que haya más respuestas. Ahí es donde yo creo que lo que va a ocurrir en los próximos años es una migración de la física, dejaremos de convocar los materiales por física y por química y pasaremos a convocarlos por biología. Pero, aún al convocar los materiales por biología, aparecerá la materia, y habrá que inventar qué hacer con eso. La invención, el imaginar, el trabajo de la cabeza es un ejercicio que se debe hacer y que se debe producir. No es que un día yo digo: ahora voy a ser creativo, si uno comienza a observar las cosas y a tratar de resolverlas a su manera, uno comienza a obtener esos recursos cada vez mayores. Si uno simplemente se disciplina y se limita a lo que existe, uno ya sabe cuál va a ser el resultado de ese ejercicio. Entonces, todo proceso de imaginación que promueva esos cambios es bienvenido. No porque sea más interesante amparar ese ejercicio con ladrillito o con un panel, eso es sólo una muestra de que aún el protocolo que más extensión tiene a lo largo de la historia, como es hacer ladrillos hace más de 3000 años, todavía podemos hacerlo de manera diferente. Todavía podemos usarlo de manera diferente, y usándolo de esa manera diferente, estamos liberando recursos para las personas. Por eso, el tema económico es un tema fundamental, por eso el tema de la eficiencia es un tema fundamental, porque ya somos tantos que la manera de hacer y la disponibilidad de la materia que tenemos nos exige que inventemos nuevas maneras de aproximar. Yo creo que es igual trabajar un ladrillo de micelio, o un ladrillo de basil y pasteuri, que un ladrillo cerámico. Sí, son diferentes; uno se va a romper más y otro se va a romper menos, uno va a ser más fácil de pegar y otro no, uno va a ser más liviano, otro va a ser más pesado. Pero eso es un atributo, nada más,ahora, con eso hay que imaginarse qué hacer. Todos los recursos tienen una forma de resolver, toda decisión conlleva a una forma final, y a una manera de hacer final, que es la consecuencia de las decisiones que tomemos. A ver si puedo explicarlo de otra manera: pensemos en una carrera de fórmula uno, hace 10 años. Vemos en la gradería todos los tipos de Ferrari con su bandera del cavallino, etc., pasaba Schumacher y la gente se ponía de rodillas, era el mejor auto del mundo, el mejor piloto del mundo, era un momento mágico que jamás se iba a repetir. Qué orgullo, todos quieren estar en ese momento, solo quedaba disfrutar y aplaudir. Pero del otro lado de la calle estaba el ingeniero y comentaba: “Schumacher ya hizo otra vez eso que le dijimos que no haga, llámenle al tonto del ingeniero de los frenos que nos está hundiendo, porque es el peor freno de la historia, etc.”. Bueno, es la misma carrera, está ocurriendo exactamente lo mismo. ¿Y ahora, de qué lado quieres estar? ¿Del lado donde te queda aplaudir y que te entreguen el paquetito? ¿o del lado de hacer y poder? Yo elegí estar del otro lado.
©Gonçalo Henriques + Estudo Prévio
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En el primer día de este Estudio Vertical, has dicho a los alumnos que se aprende haciendo y has hablado mucho del error. ¿Qué papel tiene el error en el proceso de investigación tan profundo que vemos en tu trabajo? ¿Cuál es la conexión entre el error y el aprendizaje?
No sé si es una investigación profunda, lo que sí, es constante. Si hay una cosa que tal vez me haya hecho diferente a lo que se produce en el mundo, es la constancia de empezar un proyecto para aprender algo y desarrollar ese algo, es una oportunidad. En obras que me eran un poco más extensas en el tiempo, entre hacer una primera bóveda y seis meses después hacer otra, la segunda ya era diferente. Se diseñaba al mismo tiempo, una se construía primero y lo que yo aprendía con ese experimento, ya no repetía en la otra, ya estaba probando otra vez. Los errores que tuve primero me enseñaron un montón de cosas, que hizo que lo siguiente fuera de otra manera. Ahí se produjeron otros errores que después me enseñaban a hacer otra cosa, y otra cosa y otra cosa, entonces, lo que hay es esa constancia en el hecho de insistir. No es una postura estética, es una postura de compromiso, es una postura ética, que detrás de ese riesgo asumido — porque es un riesgo asumido, fallar -— lo que existe es que la sociedad te puede cazar en cualquier momento, porque estás sin contención. Estás haciendo lo que está prohibido, lo que no existe en normativa, lo que no es legal. ¿Por qué uno hace todo eso? tal vez en la arquitectura, uno no encuentre ese resultado de otra forma que no sea en una condición de ánimo, que te ponga en el entendimiento de que uno es lo otro, y que uno necesita cuidar al otro para poder vivir mejor.
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Nosotros no vivimos en un lugar en particular, sino que vivimos en una sociedad en particular, esa sociedad en particular es la de hoy, esa es una enorme diferencia. Yo entiendo que el lugar donde uno vive es la sociedad, y esa sociedad se hace en la medida en que uno la construye. Si uno absorbe esa indiferencia, no va a tener ninguna relación con nadie, va a intentar depredarla, no aportar, someterla, tratar de imponerse, etc. Pero si uno entiende que, en esa relación con el otro, uno es el otro, entonces surge una relación amorosa con el otro; esa condición amorosa es la que te permite ponerte en primera línea. Si no, ¿cuál es el sentido? ¿estarías esperando que otro sea el que lo haga?, yo creo que nosotros principalmente vivimos en una sociedad. Yo enseñé en Chicago un año y algo, tengo amistades muy queridas y cercanas a 200 km al sur de Chicago. También enseñé en otros lugares, como en el GSD, en Boston. Hoy soy muy amigo de gente que estaba en el GSD, pero que es de otro país, ese es mi universo, yo vivo dentro de esa sociedad, y esa sociedad requiere un cuidado y un compromiso, esa sociedad debe poder manifestarse con acciones, eso es importante, porque es la diferencia entre Paraguay como lugar y Paraguay como una suerte de sociedad. En realidad, ya no existe ese tema geográfico, sino que existe esa conexión con la gente. Hay una cosa que decía Humberto Maturana que es muy interesante, él decía que la manera de controlarnos, para para evitar los cambios, es el miedo; el miedo es el que inmoviliza. En las escuelas de ingeniería, yo me suelo reír, porque se dice que en primer curso dan miedo uno, en segundo curso dan miedo dos, en tercer curso dan terror tres, en cuarto curso dan pánico cuatro, etc., y el miedo no es solamente a que la cosa se caiga, el miedo es a que cuando uno investiga, la sociedad te premia cortándote el celular e impidiendo que uno le pueda saludar a sus amigos de tal parte. No puedes comprar el celular porque la sociedad te está manejando, te está diciendo: “si sigues haciendo esa tontería yo no te voy a sostener más, no te voy a dar más ningún dinero”. ¿Y, si no tienes dinero, que vas a hacer? ¿Cómo te vas a conectar? ¿Y entonces, cómo uno se impone ante ese miedo que controla y que hace que todo sea igual? hay mil formas de promover el miedo. Humberto Maturana decía: “yo nunca tuve miedo porque mi mamá siempre me quiso”. Él decía, en el fondo, que cuando yo era un idiota, que no podía ni llevar la comida a la boca, el amor incondicional de mi madre me permitió fallar tantas veces hasta convertirme en esta persona que come, que habla, que camina. Pero para poder caminar me caí setenta veces, para poder comer, me empastaba toda la vida, etc. De ahí, que es importantísimo poder promover las relaciones que hagan que se reconozca y que aparezca este otro como como parte de nosotros. Porque esa es la manera de decirle a uno que lo está haciendo bien. Debe ser difícil, no sabemos muy bien cómo hacer, pero alguien tiene que generar el cambio. ¿Y por qué? Porque la pobreza, el cambio climático y todos los indicadores se ciñen sobre nosotros ahora, y nos están alertando de que estamos en la ruta de la catástrofe.
Otro tema interesante en tu trabajo es la escala. Manejas la escala del cuerpo, con el ladrillo, pero tus obras están quedando cada vez más grandes en escala. Esta escala habla también de la red de conexiones que estás estableciendo, y tiene un impacto en la escala de la transformación. ¿Cómo vas a mantener la consistencia de estas dos escalas?
No lo sé, es un miedo más. Yo creo que el cambio de escala es un privilegio, porque cuando yo trabajaba para los ingenieros, la obra que yo manejaba era una casa, no me hubiesen podido dar un edificio en esa época, porque una casa todavía yo podía maniobrar, y ellos podían recuperar los fallos que yo podía cometer me dejaban hacer determinadas cosas yo creo que es parte de la condición. La arquitectura es un deporte de viejos, no es un deporte de jóvenes, lo siento por los estudiantes, pero, lastimosamente, es un deporte de viejos en el sentido que el entrenamiento que uno va teniendo, es importante. No es como un joven deportista cuya plenitud es en la juventud, es totalmente lo contrario, espero que sea así, me siento así, me siento con infinitas posibilidades que me fue dando el hecho de haber pasado por todo eso. Si no hubiese empezado, no hubiese tenido una pequeña obra, y luego otra, que tiene que ver con el compromiso, con el nivel que uno puede manejar, etc. Uno va creciendo en ese proceso, en ese proceso uno pasa por situaciones que son, por supuesto, extraordinariamente duras, dolorosas, pero que nadie está libre de eso. Por ejemplo, es muy común, lastimosamente, en el mundo de la construcción, que aparezcan fallos y errores, y que de repente caiga un operario, o que se desprenda algo, a pesar de intentar hacerlo bien, a pesar de eso, ocurre. Imagínate cuando eso ocurre en un sitio donde, además, estás experimentando, estás absolutamente expuesto. Estás totalmente sin paracaídas, y entonces el hacerlo solamente se justifica en el hecho de entender que, haciéndolo, el resultado es extraordinario. Tal vez la gente piense que uno, cuando escribe poesía, al estar muy sensible, sea algo horroroso. ¿Por qué hacerlo? Porque produce tal éxtasis el hecho de poder conectar los sentimientos a la razón y darle estructura a través de la poesía, que eso es muy parecido a la dosis de dopamina más alta que hayas tenido en tu vida. Esto ocurre al hacer ese tipo de cosa, es altamente auto motivante, porque lo que haces celebra lo que hayas pasado allí y te produce un gozo intelectual que de otra manera tal vez no sea tan trascendente. Entonces uno hace lo que hace, no sólo por el compromiso social, sino que también porque es fuente de un placer y de una sensación de plenitud absoluta. Es lo que les pasa a los músicos cuando hacen música, a los poetas y a los pintores, cuando quieren expresarse, están satisfaciendo una serie de mecanismos que se producen a través del hacer, aprender y todo eso, que están en línea con el vértigo y el miedo que hay en el poder desprenderse, poder dar el salto. Y cuándo eso aparece, es un regalo. ¿Quién puede ser maltratado cuando viene a ofrecer un regalo? nadie.
©Gonçalo Henriques + Estudo Prévio
Es un mensaje muy bonito para los estudiantes…
Sí, es muy motivante, le da un sentido y una plenitud que de otra manera sería imposible. ¿Si uno se da la vida en esto, será que la recompensa es solamente económica? ¿Uno haría lo que uno hace solamente por el dinero? Yo creo que no lo haría, no merece la pena. Lo que hice merece la pena, muchísimo, pero no es por el dinero, el dinero podrá ser una consecuencia. Y las razones por las que uno hace es precisamente por eso, tal vez por eso yo esté vinculado a los procesos de aprendizaje, por eso dé aulas, por eso enseñe en la universidad pública, etc.
¿Qué pregunta gustarías que te hicieran a ti?
¿Cómo es el mundo en el que vives? ¿Cómo ves el mundo? ¿Cómo haces que todo se convoque para realizar tu vida? ¿Cómo gestionas tu vida para alcanzar aquello que quieres? ¿Cómo es tu casa?, esa es una pregunta siempre lindísima, que no tiene necesariamente nada que ver con la arquitectura. No es un departamento, no es una casa, no tiene dos pisos, sobre todo, porque nosotros somos seres biológicos, absolutamente, tal y como cualquier otro animal, y todos los animales, de una u otra forma se propician su nido, es una condición biológica, el cuidado para pernoctar, hacen su nido, hacen un techo para los días de lluvia, donde guarecerse y desarrollar algún tipo de estrategia, es donde viven, ¿verdad? nosotros seguimos siendo eso y creo que tenemos como potencial la posibilidad de hacerla a nuestra medida. Y si la podemos hacer a nuestra medida, será la mejor casa, no la que te den o la que compres, en ese sentido, por ejemplo, en mi país se habla mucho de los sintecho. ¿Y por qué la gente tiene de tener un techo?, o de los sin tierra. ¿Y por qué deberías tener tierra? yo creo que un indígena, o nosotros mismos, nos miraríamos muy raramente si yo me declaro dueño de esta cantidad de aire que hay alrededor mío, o me declaro dueño de una cantidad de metros cúbicos del río que pasa acá enfrente, o del mar. Pero en el momento de decidir dónde voy a vivir, compro un fragmento del planeta tierra, que se llama lote, me dan un título que certifica que yo soy dueño de ese lote, puedo sacar un crédito, le puedo heredar a mi hijo, una tontería sin ningún tipo de miramiento. Yo no creo que ningún pájaro le pida certificado de pertenencia a la rama, sin embargo, nosotros desde ahí basamos todo el proceso. Entonces, sí, me gusta imaginar que podemos pensar con esa libertad, que tal vez no tengamos por qué ser propietarios de algo o no, y eso no quiere decir que no nos cuestionemos sobre cómo tenemos que habitar, o cuáles son los acuerdos que tenemos que hacer para no abátenos tontamente sobre todo el mundo, no agotar los recursos, no tratar de reservar, cultivar, producir, etc., aquello que va a ser a nuestro mejor vivir. Pero es solo eso, no quiere decir que el derecho romano es indeclinable, irrenunciable, sí, fue una manera arbitraria, en algún momento, no sé si puede seguir siendo como antes. Entonces, si tenemos esa capacidad para observar con libertad lo que existe alrededor nuestro y convocarlo desde una ética interior que nos impulsa a ser en los otros y con los otros, entonces está todo por hacerse, una maravilla. Podemos inventar todo tipo de sociedad, ciudad, casa, etc.